Por Isabel Ávila Acosta.
Tepotzotlán es un maravilloso pueblo mágico de marcado estilo barroco
novohispano; ubicado en el Estado de México, a solo 43.5 kilómetros al noroeste
de la Ciudad de México.
Un bello lugar lleno de historia, tradición y cultura, que
ofrece a sus visitantes un aire de paz, a través de sus empedradas calles
estilo colonial, sus tranquilos parques y plazas, además de la calidez de sus
habitantes.
El pasado domingo 19 de mayo; con el propósito de escapar
de la rutina y el constante estrés de la ciudad, me di a la labor de volver a
visitar este hermoso sitio.
Siendo alrededor de las 4pm llegue a esta tierra, cuyo
nombre -de origen náhuatl- significa Junto al Jorobado; ello debido a su ubicación geográfica, pues el lugar está localizado
frente a varios cerros en forma de joroba.
Entrar al pueblo es como transportarse a
los viejos días coloniales, en una Nueva España llena de colores, olores,
sonidos y sensaciones muy diferentes.
Tianguis
del fin de semana.
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Si se acude en un fin de semana, entre las
10 am y las 7pm -como lo hice en esta ocasión- se podrá ver bastante gente
circulando por las calles; así como en el basto mercado sobre ruedas; ubicado
en el centro del pueblo, y que según me indicaron amablemente sus propios
comerciantes, fue fundado en marzo de 1997.
Al recorrer el pintoresco tianguis pude
observar su diversidad, pues ofrece desde dulces y juguetes típicos mexicanos,
flores y una gran variedad de alimentos, hasta modernos accesorios; además de
pinturas y artesanías, ubicadas en la sección más colorida y diversa del
tianguis llamada El Jardín del Arte.
Después de caminar tranquilamente por el transitado
mercado, siendo casi las 5 de la tarde, decidí visitar el Museo Nacional del Virreinato, antiguo Colegio Jesuita de San Francisco Javier. Como la visita fue un
domingo la admisión era gratuita para todo el público.
Ya adentro del colonial y tranquilo recinto,
observé algunas piezas prehispánicas; así como magníficos artefactos y pinturas
de estilo virreinal; posteriormente me adentré en un cálido jardín central, y
seguí el recorrido entrando a una bella y silenciosa capilla interna -decorada
de pies a cabeza con hermosos oleos, y dedicada a la Virgen de Loreto-; finalmente
descubrí una amplia terraza que brindaba una panorámica y hermosa vista del
centro del pequeño pueblo.
Cuando el reloj marcaba aproximadamente
las 6:15, me ubicaba de nuevo en la explanada central, para encontrarme con la
sorpresa de que el familiar ambiente se había animado aun más, pues se
escuchaba un alegre trío de música peruana y a lo lejos se veía a un grupo de
jóvenes preparándose para ofrecer una prometedora batucada.
Tras escuchar las alegres melodías
peruanas, decidí avanzar para contemplar mejor la imponente Iglesia de San Pedro, localizada a un
costado del Museo Nacional del Virreinato,
templo caracterizado por su elegante estilo barroco churrigueresco del siglo XVIII.
Vista
desde la terraza del Museo Nacional del Virreinato.
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Posteriormente, atraída por el alegre sonido de los
bongoes, seguí a la multitud para observar a algunos jóvenes bailando efusivamente
al ritmo de su música, mientras animaban exitosamente al público; todo esto mientras
el crepúsculo llegaba a Tepotzotlán; anunciando que la visita casi terminaba.
Pero como la ya tradición familiar indica, no podía
irme sin antes pasar a cenar a La Casa de
la Bruja, una cafetería local de estilo europeo, fundada en 2004 por la
alemana Gabrielle B. Un sitio que claramente es una puerta a otra cultura
dentro de este pequeño pueblo, pues ofrece algunos platillos y cervezas de
aquel continente (especialmente alemanes); así como la oportunidad de conocer y
dialogar con la amable propietaria.
En este acogedor lugar disfruté de un delicioso café en
compañía de mi familia, rodeada de música y la original decoración alusiva,
-como el nombre de la cafetería lo indica- a las brujas, ambientación que
permanece así durante todo el año. Esto al tiempo que disfrutaba algunos de los
juegos de mesa que el establecimiento ofrece para el entretenimiento de sus
clientes.
Así, siendo las 8:30 de la noche, con la barriga llena y el corazón contento, se dio por terminado el día en el mágico Tepotzotlán. No sin antes hacer una firme promesa de pronto regresar.
Mi hermana y yo cenando en la casa de la bruja. |
Así, siendo las 8:30 de la noche, con la barriga llena y el corazón contento, se dio por terminado el día en el mágico Tepotzotlán. No sin antes hacer una firme promesa de pronto regresar.
Cualquier época del año es buena para conocer
Tepotzotlán, pero sin lugar a dudas, uno de los mejores meses para acudir a
este encantador pueblito es noviembre, pues los eventos en torno al día de muertos,
se festejan al máximo, en medio de coloridas y alegres ofrendas, concurridas
visitas a panteones, concursos y otras actividades recreativas más.
Si se busca un lugar tranquilo, cultural y cercano a
la capital para pasar un buen fin de semana; este pintoresco pueblo mágico es
el indicado, gracias a la amabilidad de su gente, la calidad de sus productos,
sus múltiples actividades culturales, sus bellas iglesias y museos, la visita seguramente
será inolvidable.
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